Por: Emilio Gutiérrez Yance
El calendario marcaba el 25 de enero, una fecha que debía ser de celebración para el subteniente Nicolás Reyes Valencia, quien habría sumado un año más de vida. Sin embargo, el destino tuvo otros planes. Hoy, su nombre resuena con dolor y asombro en Zambrano, Bolívar, donde su partida ha dejado una herida difícil de sanar.
Reyes Valencia no era solo un oficial de la Policía Nacional, era un símbolo de entrega, un hombre cuya vocación iba más allá del cumplimiento del deber. Para quienes tuvieron el privilegio de conocerlo, Nicolás era un profesional íntegro, cercano a la gente y respetado tanto por sus colegas como por la comunidad a la que servía con pasión y orgullo. “Su compromiso no era una consigna, era una forma de vida”, comentaba uno de sus superiores al recordar a quien veía como un ejemplo para la institución.
El subteniente llegó a Bolívar hace cinco meses, tiempo en el que desempeñó su labor entre El Carmen de Bolívar y Zambrano, donde era comandante de estación. En este breve periodo, supo ganarse el respeto y el cariño de los habitantes. Nicolás era oriundo de Rovira, Tolima, una tierra que esperaba su regreso para celebrar su cumpleaños junto a su familia, quienes hoy lloran una ausencia irreparable. Varias felicitaciones ya habían llegado por su cumpleaños desde la distancia, mensajes de seres queridos que nunca imaginaron que él no estaría para leerlas.
El fatídico hecho que acabó con su vida ocurrió el 24 de enero, cuando, como tantas veces antes, cumplía con su labor. La misión parecía rutinaria: custodiar una remisión de dinero en la cancha de fútbol del municipio de Zambrano, donde un helicóptero de la empresa Prosegur formaba parte del operativo. Sin embargo, la cotidianidad se transformó en tragedia cuando cuatro disparos provenientes del arma de un guarda de seguridad de la misma empresa lo alcanzaron. Lo que debería haber sido un día más de servicio se convirtió en un episodio que aún envuelve de incertidumbre a quienes buscan respuestas.
En medio de una sentida despedida marcada por el protocolo solemne de la institución, un momento particularmente desgarrador fue protagonizado por Lady Balbuena, la novia del subteniente. Entre lágrimas incontenibles, ella recibió la foto de su gran amor, el quepis, la bandera de Colombia, una flor y los demás símbolos de honor que los superiores le entregaron como parte del homenaje póstumo. Con la voz quebrada y apenas pudiendo sostenerse, Lady quien también es Policía, solo alcanzó a decir “gracias mi coronel” mientras el dolor llenaba cada rincón de su ser.
La joven pareja ya tenía planes para casarse en Semana Santa. Apenas unas semanas antes, en medio de una cena romántica, Nicolás la había sorprendido entregándole un anillo de compromiso. Fue un momento lleno de ilusión y esperanza, con la promesa de un futuro juntos. Hoy, ese futuro fue arrebatado de forma cruel e inesperada, dejando a Lady no solo con los regalos que él le dio, sino también con la sorpresa que había preparado para su cumpleaños, y un par de guayos que nunca pudo entregarle.
Las circunstancias de su muerte están bajo la lupa de las autoridades, mientras el guarda implicado se encuentra detenido. Pero lo que queda claro, más allá de los detalles de la investigación, es la magnitud de la pérdida. Reyes Valencia no solo era un hombre de 21 años lleno de sueños; era un pilar para su familia y un ejemplo para su institución que será recordado por su fortaleza.
En Zambrano, el impacto de su ausencia es evidente. La cancha donde perdió la vida se ha convertido en un santuario improvisado. Los habitantes del municipio, quienes lo veían con respeto y afecto, hoy piden claridad y justicia. No quieren solo respuestas, quieren asegurarse de que la memoria de Nicolás Reyes no quede atrapada en la bruma de un caso sin resolver.
Desde la Policía Nacional, los homenajes han sido solemnes y sentidos. Las palabras de sus compañeros reflejan el legado que deja. “Era un líder nato, siempre dispuesto a dar lo mejor por los demás. Su pérdida es irreparable, no solo para la institución, sino para quienes tuvimos el honor de llamarlo amigo”, comentó uno de sus colegas más cercanos.
Este 25 de enero, el nombre de Nicolás Reyes Valencia no apareció en la lista de felicitaciones. En su lugar, es recordado con solemnidad como un hombre que, en su corta pero impactante vida, dejó una huella profunda. Su historia es un recuerdo de los riesgos y sacrificios inherentes al servicio público, pero también de la humanidad detrás del uniforme.
En Rovira, sus familiares y amigos lo esperaban para abrazarlo y compartir en su día especial. En cambio, hoy reciben su cuerpo, acompañados por el dolor colectivo de una comunidad que lo vio partir en circunstancias incomprensibles. La tristeza pesa, pero también lo hace la promesa de que su legado perdurará. En cada flor depositada, en cada vela encendida y en cada plegaria elevada al cielo, el mensaje es claro: Nicolás Reyes Valencia vivirá en la memoria de quienes reconocen en él no solo a un subteniente, sino a un ser humano que dio todo por los demás.