Por: Ulahy Beltrán López*
El coronavirus Covid-19, el enemigo invisible que tiene al mundo sufriendo y arrodillado desde finales del año 2019, sigue avanzando y a su paso va dejando contagios, enfermedad física y mental, hospitalizaciones y muertes. La foto en Colombia al cierre del 2020, evidencia que este país también fue y sigue siendo aún un escenario propicio para que este siniestro visitante esté dejando una nefasta huella que será imborrable y muy difícil de olvidar.
Finalizando diciembre del presente año el número de casos confirmados con este virus en este país superó ya la cifra del millón y medio de personas y avanza de manera galopante su crecimiento exponencial con varios miles de nuevos casos cada día, por lo que no sorprenderá que en poco tiempo esta cifra se acerque cada vez más rápido a los 2 millones de infectados detectados y confirmados.
Las fuentes oficiales indican el fallecimiento diario de varios cientos de residentes en este país por causa del virus y otro tanto está en espera de ser confirmados con el coronavirus como causa de muerte. Esas mismas fuentes oficiales informan que en total han ocurrido más de 42 mil decesos y que pueden ser más, en la medida que se afinen los diagnósticos aún pendientes de resolverse de muchas personas fallecidas. Estas cifras han hecho de este coronavirus la principal causa de muerte en el país en los primeros diez meses del año tanto en hombres como en mujeres, según información confirmada también de manera reciente por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). De igual forma, oficialmente también se ha indicado que en este momento ya son más de 92 mil los casos activos con esta enfermedad, que ojalá evolucionen favorablemente y no pasen a ser también parte de las cifras de bajas por este virus.
Desde lo técnico tampoco las noticias son buenas: el valor R del virus en Colombia, que es el factor de reproducción efectivo del virus o el potencial de propagación que tiene el coronavirus en este país, actualmente es 1,2. Este valor es el más alto del mundo y es compartido en Francia, Inglaterra, Holanda, Sudáfrica, Israel y Uruguay. Pero a diferencia de Colombia, los países europeos que comparten el valor R del coronavirus con este país, son países que poseen suficiencia de recursos financieros y que incluso venden hasta en droguería o farmacia los kits diagnósticos para COVID-19, y algunos de ellos ya tienen la vacuna en mano para su población.
Según el biólogo Mauricio Corredor Rodríguez, que Colombia tenga el valor R de coronavirus más alto en el mundo, quiere decir que posee el mayor ritmo de crecimiento del virus entre la población, o en otras palabras, la mayor velocidad con la que se infectan las personas.
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En lo que respecta a la vacunación contra el coronavirus, a pesar de tener Colombia ese infortunado primer lugar en la velocidad de propagación del virus en su territorio nacional, de acuerdo con lo informado en días pasados por el Presidente Iván Duque y el ministro de Salud, Fernando Ruíz, el proceso de vacunación en Colombia recién comenzará en febrero de 2021, priorizando a los trabajadores de la salud, mayores de 60 años y personas con comorbilidades. Mientras tanto, otros países del área como México, Chile y Argentina ya anunciaron la llegada de las vacunas contra el Covid-19 desde la tercera semana de diciembre para el inicio inmediato del proceso de inmunoprotección a la población de esos países.
Precisamente sobre el tema de la vacunación, la encuesta Pulso Social del DANE, realizada en noviembre y que se publicó en días recientes, permitió conocer que el 55,8 % de los consultados manifestó que sí estaría dispuesto a aplicarse la vacuna contra el coronavirus en caso de que se encontrara disponible, frente al 44,2 % que dijo que no lo haría.
Ahora bien, en medio de la discusión sobre qué es primero si la salvaguardia de la economía del país o preservación de la salud física y mental de sus habitantes, en Colombia no se han adoptado medidas territoriales uniformes de restricción a la movilización y poco se ha tenido en cuenta lo recomendado por la CEPAL al respecto en el documento “Salud y economía: una convergencia necesaria para enfrentar el COVID-19 y retomar la senda hacia el desarrollo sostenible en América Latina y el Caribe”. Allí es muy clara la comisión de economistas expertos cuando enuncia una verdad innegable: “si no se controla la curva de contagio de la pandemia, no será posible reactivar la economía de los países”.
De ahí lo importante e imprescindible que exista “complementariedad entre las políticas de salud y las políticas económicas” con referencia a lo fiscal y lo social, por lo que resulta “crucial para poder enfrentar la pandemia y comenzar un proceso de reactivación económica”.
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Por ello al cierre del año 2020, se observa que en este país, desde el 3 al 26 de diciembre, en plenas celebraciones de fin de año, los enfermos más graves por Covid-19 que tienen que ser atendidos en las unidades de cuidados intensivos (UCI) del país pasaron de 2.765 (2.043 confirmados y 722 sospechosos) a 4.122 (3.164 y 958, respectivamente), en un aumento que representa el 49,07 por ciento.
En un país en el que el fútbol importa más que la vida misma de sus habitantes, no sorprende que algunos mandatarios territoriales cuyos equipos competían en las instancias finales del campeonato profesional, estaban gestionando la autorización de asistencia de público a los estadios, lo que claramente es contrario a la medida de protección del distanciamiento social. Afortunadamente esta solicitud improcedente, no fue autorizada por el gobierno central, o de lo contrario los contagios, las hospitalizaciones y los decesos por Covid-19 fueran aún mayores.
Obviamente, a mediados de enero del 2021 será que Colombia se entere cuál fue el impacto en la propagación del virus en ciudades como Bogotá y Cali donde se jugaron en estos días las finales del rentado profesional de este país y donde el comportamiento de los aficionados y fanáticos de los equipos finalistas, Santafé y América, no respetaron las medidas de restricción y evidenciaron que en este país un rato pasajero de felicidad futbolística es más importante que la salud y la vida de ellos y sus familiares.
Todo este comportamiento que irrespeta la vida, ha traído como consecuencia el congestionamiento de las instituciones hospitalarias y de manera especial los servicios de medicina crítica y cuidados intensivos que son los servicios donde llegan los pacientes más graves con Covid-19, generando un escenario aún más dramático: el desabastecimiento de medicamentos de uso en las UCI y en otros servicios hospitalarios. En otras palabras, eso significa que quienes lleguen a una UCI no tendrían garantizadas las dosis de medicamentos esenciales para sus tratamientos, que básicamente consisten en analgésicos, sedantes y relajantes, que hacen que el dolor sea menor en el paciente que está intubado.
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A esa crítica situación debe sumársele que ya en algunas zonas del país se ha decretado la alerta roja hospitalaria pues la capacidad instalada tanto de clínicas privadas como de hospitales públicos está saturada y en ocasiones sobresaturada, lo que traduce falta de camas para pacientes que requieren atención tanto en los servicios de urgencia como en las unidades de alta complejidad especializadas en atención crítica.
En los 297 días de pandemia que completa Colombia cuando se escribe esta columna, desde el primer caso detectado el 6 de marzo, 24.360 ciudadanos en el territorio nacional han tenido que ser hospitalizados en unidades de cuidados intensivos por el nuevo coronavirus. Esto representa el 1,5 por ciento de los 1’584.903 casos detectados hasta el 26 de diciembre.
Y mientras las autoridades siguen interrumpiendo parrandas y covid-fiestas en estos días de fin de año, sigue produciéndose la pérdida en vidas del talento humano en salud (THS) que sigue poniendo los muertos tratando de salvar a quienes llegan contagiados a las instituciones hospitalarias, viendo además de manera impotente como el presupuesto general de la nación sí alcanza para aumentarle de manera generosamente grosera y escandalosa el sueldo de los congresistas mientras que al THS no se le mejoran sus condiciones contractuales ni su remuneración, y definitivamente no se le respeta ni se le dignifica en su labor y responsabilidad, asignándoles un bono más simbólico que real frente al riesgo que corren al exponer sus vidas.
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Esta es entonces la “Covid-foto” del cierre del 2020 en Colombia, que además incluye mucha incertidumbre y más preocupaciones de los colombianos en el tránsito al 2021, así como la esperanza que llegue cuanto antes el proceso de vacunación pero acompañada de una gran sensación de impotencia por el comportamiento de muchos que no han entendido aún que este es un problema de todos, absolutamente todos.
No hay que dejar de lado que aunque llegue la vacuna a Colombia y se proceda a su aplicación de acuerdo con el plan progresivo de inmunización que tiene definido el gobierno para la población, mientras no se genere consciencia en el colectivo que el comportamiento y el respeto de las medidas de protección y seguridad que observe cada individuo impacta de manera directa en la comunidad, este virus seguirá generando desgracias como las que ya se han dado en este año pandémico en el país y en el mundo.
*Médico Cirujano, Especialista en Gerencia de Servicios de Salud y Especialista en Seguridad Social Latinoamericana. Ha sido: Vicepresidente de la Junta Directiva Nacional de la Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas (ACHC), Consejero Nacional, Departamental (Atlántico) y Distrital (Barranquilla), de Seguridad Social en Salud, miembro de juntas directivas de IPS privadas y de empresas sociales del estado, asesor en salud de la Contraloría General de la República, gerente del Hospital Universitario CARI ESE. Actualmente: docente universitario, columnista en medios impresos y virtuales, consultor y asesor en servicios en salud, editor de NOTAS DE ACTUALIDAD EN EL SECTOR SALUD. Todas las columnas del autor encuéntrelas en https://ulahybeltranlopez.blogspot.com o solicítelas al contacto: [email protected]