Al momento de escribir esta columna, las cifras de casos confirmados de coronavirus en el mundo asciende casi a los 100 millones y el número de fallecidos por el Covid-19 ya pasó la cifra de los 2 millones, siguiendo así su marcha galopante hasta ahora incontenible. En Colombia las cifras muestran que ya los casos confirmados sobrepasaron los 2 millones en el fin de semana y los decesos ya van rumbo a los 51 mil.
Con cifras tan evidentes, consolidadas por reconocidas agencias públicas y privadasespecializadas en la consolidación, el reporte y el análisis de este tipo de información dinámica y casuística, con las evidentes afectaciones en los sistemas de salud de la totalidad de los países y una innegable crisis económica mundial, aun algunas personas siguen negándose y son escépticos frente a esta realidad que cambió y sigue cambiando cada día al mundo y a la humanidad.
En definitiva esta pandemia es un desastre natural más, tanto como las tormentas, los terremotos, las inundaciones y los tsunamis. Lo que pasa es que esta vez es un desastre de tipo biológico, de naturaleza infecciosa y cuyo origen claramente identificado es viral: el coronavirus Sars-Cov2 Covid-19. Ahora bien, si históricamente los humanos hemos experimentado desastres naturales una y otra vez, incluso otras epidemias también causadas por factores similares, ¿qué es lo que ocurre con este nuevo desastre que a muchos aún les resulta tan difícil de entender el fenómeno correctamente y actuar en consecuencia?
Hace pocos días recibí desde Alemania de parte demi amigo Eric Stünkel un artículo que escribió Albert Newen y publicado en la pasada edición de Der Spiegel, la mayor revista semanal de Europa y la más importante de Alemania. Newen, profesor de filosofía de la Universidad de Bochum, tituló su artículo “¿Por qué no entendemos todavía la crisis del coronavirus?” (“Warum wir de Coronakrisenoch nicht begreifen”, original en alemán).
En ese escrito, el autor propone las que según él, serían algunas de las razones para que siga existiendo aún en muchas personas ese negacionismo y escepticismo, a pesar de tanta evidencia de los efectos de esa pandemia a todo nivel y a en todo el mundo.
La primera de esas razones es que muchos no creen en lo que no ven y como no ven literalmente al coronavirus, pues se niegan a creer su existencia. Incluso, menciona Newen que la mayoría de las personas tienen que experimentar consecuencias drásticas antes de considerar algo apropiado como un fenómeno real y existente. Por ejemplo, comparativamente son muy pocas personas que ven a los enfermos que sufren en la clínica. Pero ahora, por lo menos en el caso de Alemania, con este nuevo pico, la presencia del virus “está más cerca de la gente”, y ya muchos conocen a alguien cercano que tuvo o tiene Covid-19. Solo así es que la pandemia está entrando lentamente en la conciencia social como una verdadera catástrofe.
La segunda razón es que el ser humano es propenso a hacer juicios erróneos de manera sistemática, por ejemplo al subestimar o sobreestimar riesgos. Por eso en la vida cotidiana a menudo subestimamos los riesgos objetivos. Es el caso cuando subestimamos el riesgo de infección (“eso es sólo una gripe“) y esa actitud conduce a un comportamiento descuidado y hace que muchos, incluso sin quererlo, se conviertan en distribuidores del virus.
Sin embargo, cuando tenemos mucho miedo, sobreestimamos los riesgos, por eso muchas personas no abandonan la casa por físico miedo. Newen dice que al hacerlo, pasamos fácilmente por alto el espacio restante para maniobrar. Ahora sabemos que podemos prevenir el riesgo de infección por el coronavirus usando adecuadamente el tapaboca, manteniendo la distancia, evitando espacios cerrados, buscando ambientes bien aireados y asegurando una buena higiene. Es por ello que debemos aprender a integrar estas nuevas medidas en nuestra vida cotidiana, al menos temporalmente.
Una siguiente razón para el negacionismo es que los humanos somos seres sociales, pues casi todas las personas dependemos en gran medida de los contactos sociales cercanos en la cotidianidad, en la familia o en el deporte o en el trabajo, muy a pesar de las fuertes diferencias de personalidad. Así las cosas, el encuentro social y el reconocimiento es lo que hace nuestras vidas y al restringirse ese reconocimiento social con los demás por las medidas de confinamiento, se afecta nuestra ‘naturaleza social’.
Otra razón que se sugiere por el autor es que al ser personas acostumbradas a los hábitos, no tenemos la rápida capacidad de adaptarnos a nuevas realidades. Es lo que ocurre por ejemplo con la fatiga física y mental que ya algunas personas experimentan por todo el tiempo que lleva este nuevo comportamiento que han tenido que adoptar frente a asuntos como el distanciamiento social y la restricción a la libre movilización. Muchos lo aceptaron pues se pensó que sería una situación de poco tiempo, pero la realidad ha mostrado que ya esa nueva forma de vida completa un año y seguirá aún otro tiempo más, aunque incluso ya haya vacuna.
De otra parte, algunos gobernantes han contribuido a que se generen erradas percepciones en las poblaciones pues tratando de generar tranquilidad, han minimizado la gravedad de este desastre natural con mensajes como que “el sistema de salud está debidamente preparado para atender la pandemia”, “esto es algo transitorio y pasajero”, “las cifras muestran que el país tiene todo controlado y marcha bien de acuerdo con lo previsto”. Sin embargo, pocos han tenido la franqueza que por ejemplo tuvo Angela Merkel, la canciller alemana quien, como científica que es, reconoció desde el principio la gravedad de la situación en una etapa temprana de la pandemia cuando en marzo de 2019 dijo: “Desde la unidad alemana, no, desde la Segunda Guerra Mundial, no ha habido ningún desafío a nuestro país, donde nuestra solidaridad conjunta es tan importante“. Finalmente los hechos mostraron que ella tenía razón.
Para los que piensan que seguir rigurosamente las instrucciones de bioseguridad como el uso permanente del tapaboca y el distanciamiento social, afectan las libertades individuales, hay que decirles que medidas como esas son las que nos permitirán contener este desastre hasta que la vacuna nos proteja como comunidad.
Así las cosas, sólo si uno piensa que uno puede reclamar todo interés egoísta de una persona como libertad, incluso si este comportamiento amenaza a toda la comunidad, así como sus derechos de existencia y libertad, se estaría comportando como alguien que descubre el fuego de un apartamento, pero no advierte a los habitantes de la casa ni avisaa los bomberos. Tanto que Newen dice que cualquiera que se niegue a ser vacunado sin razón médica actúa como alguien que sale con cubos de agua en una cadena de extinción de incendios y dice que no está participando.
Gracias Eric por permitirme ver la pandemia desde otra óptica, la de la psicología del comportamiento humano frente a un desastre natural que nos cambió la vida y nos la seguirá cambiando.
No es tiempo de negacionismo ni de escepticismofrente a una verdad mundial, aunque el coronavirus no lo podamos ver, aunque subestimemos los riesgos de contagiarnos y sobreestimemos los miedos que se generan, aunque nos resistamos a medidas como el distanciamiento social que van contra nuestra condición de seres sociales, aunque no nos adaptemos rápidamente a nuevas realidades y aunque algunos crean que las medidas restrictivas afecten las libertades individuales. La crisis del coronavirus es real, tan real que todos estamos afectados de una u otra manera por ella.