Por: Ramón Rojano.
Es importante destacar los riesgos que conlleva jugar a ser psiquiatras o psicólogos sin la formación adecuada. Los diagnósticos psiquiátricos y psicológicos requieren una evaluación clínica exhaustiva y profesional para ser precisos y útiles. La falta de acceso a servicios de salud mental y la escasez de personal especializado, son desafíos reales, pero esto no justifica la banalización de las evaluaciones clínicas.
Los dictámenes erróneos pueden tener graves consecuencias, especialmente en los niños, ya que pueden afectar su autoimagen y bienestar emocional. En lugar de emitir apreciaciones sin fundamentos, es crítico fomentar la conciencia sobre la importancia de la evaluación profesional. Los médicos y psicólogos necesitan tiempo y recursos para realizar análisis integrales que consideren factores como: el entorno, las relaciones familiares y los estresores.
Es crucial promover la educación sobre salud mental y buscar ayuda de peritos calificados cuando sea necesario. También es fundamental no estigmatizar a las personas basándose en supuestos diagnósticos, ya que esto puede perpetuar prejuicios y dañar a quienes los padecen.
Tras la pandemia, ha habido un aumento notorio en la tendencia a etiquetar a niños como autistas. Esto se debe, en gran medida, a la observación de síntomas como: aislamiento social, mutismo parcial, retraimiento y dificultades en las relaciones interpersonales. Sin embargo, en muchos casos, estos comportamientos se deben al retraso en el desarrollo del lenguaje y las habilidades sociales causadas por el confinamiento en el hogar, lejos de la interacción con otros niños en la escuela u otros entornos.
¿Pero por qué la gente se aventura a poner estas erróneas etiquetas? Esta tendencia es el resultado de una combinación de factores. Principalmente, se debe a la falta de acceso a servicios de salud mental de calidad y a la escasez de profesionales altamente capacitados en psiquiatría y psicología infantil. Como resultado, muchos médicos y psicólogos sin formación en estas áreas se ven presionados a proporcionar evaluaciones rápidas debido a las demandas de tiempo excesivas en su trabajo. Esta situación impide la investigación a fondo de factores cruciales como: estilos de vida, dinámicas familiares, estrés y traumas, que pueden influir en los síntomas presentados.
Además, es comprensible por qué las personas sin formación académica se aventuran a emitir juicios clínicos. Dada la dificultad de acceder a servicios de salud mental calificados, muchas personas, con o sin educación especializada, se basan en información que encuentran en redes sociales o escuchan de otros para auto-diagnosticarse. Esto ha llevado a frases comunes como: “Soy bipolar” o “Tengo TDAH”, sin una evaluación profesional adecuada.
La situación se agrava con la automedicación descontrolada y la disponibilidad de medicamentos psiquiátricos, como el Alprazolam (Xanax), en el mercado negro. También se usan estas designaciones para quejarse, o insultar a otros. Por ejemplo, uno escucha decir: “Mi jefe es un psicópata”, o “Mi esposo es un narciso”.
Para obtener valoraciones y dictámenes precisos, es esencial dedicar más de una hora a realizar una evaluación clínica y un análisis comprensivo, lo que permite formular una hipótesis preliminar. Luego, a través de entrevistas de seguimiento, se debe confirmar o refutar esta teoría inicial. Por lo general, se requieren al menos cuatro citas para lograr un juicio atinado. En el caso de enfermedades mentales, es altamente recomendable familiarizarse con los criterios diagnósticos del DSM-5, la quinta edición del Manual de Enfermedades Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría, que es ampliamente reconocido en todo el mundo.
Aunque exista una versión revisada, el DSM-5 sigue siendo una guía valiosa. La información necesaria está disponible en línea, y recursos como las descripciones detalladas proporcionadas por la Mayo Clinic pueden ser de gran ayuda.
Para abordar estos desafíos:
– El gobierno y los empleadores deberían aumentar el presupuesto destinado a mejorar los salarios de los profesionales de la salud y proporcionar recursos para su capacitación y actualización constante.
– Las universidades deben revisar sus currículos y ofrecer cursos más completos y precisos en el campo de la salud mental.
– Los ciudadanos pueden contribuir informándose adecuadamente y estudiando los criterios detenidamente. Cuando se reciba un diagnóstico profesional, es recomendable investigar y buscar una segunda opinión, especialmente en casos de diagnósticos significativos. Participar en grupos de apoyo y utilizar otros recursos comunitarios, también es una estrategia valiosa.
En resumen, un diagnóstico adecuado y un tratamiento efectivo son herramientas disponibles que pueden mejorar la calidad de vida. La clave está en utilizar estos recursos para el beneficio de las personas y no para su detrimento.
Ramón Rojano, MD, PhD @gimnasiopsicologico