En medio de los bombardeos que han sacudido al pueblo ucraniano desde el miércoles de la semana pasada, el domingo el mandatario ruso elevó el conflicto a un nuevo nivel de tensión, al anunciar que pondría un “régimen especial de servicio” a las fuerzas de disuasión estratégicas del país, en respuesta a los agresivos comentarios formulados por los líderes de la OTAN.
“Régimen especial de servició a las fuerzas de disuasión estratégicas del país” significa, palabras más, palabras menos, que podrían entrar en servicio las fuerzas que son especializadas en el lanzamiento de misiles balísticos y de crucero de gran alcance, y que son responsables del control habitual de armas nucleares y convencionales.
“Ordeno al ministro de Defensa, Sergei Shoigu, y al jefe del Estado Mayor, Valeri Gerasimov, que transfieran las fuerzas de disuasión del Ejército ruso a un régimen especial de servicio de combate”, indicó en las últimas horas el Mandatario, en una serie de declaraciones que fueron recogidas por la agencia de noticias RIA Novosti.
Ahora bien, ¿qué llevó a que el Kremlin ordenara esta alerta? Pues bien, esta fue una decisión que vino acompañada de una denuncia: Vladimir Putin fue claro al calificar, en la misma alocución, de “ilegítimas” a las sanciones económicas que países como Estados Unidos, la Unión Europea, el Reino Unido y Canadá le impusieron el sábado a su país.
Estas mismas, vale referirlo, excluyen a bancos sancionados rusos del mecanismo internacional de intercambio financiero Swift y paralizan los activos internacionales del Banco Central de Rusia.
“Los países occidentales no solo son hostiles a nuestro país en el ámbito económico, y con esto me refiero a las sanciones ilegítimas, sino que altos funcionarios de los principales países de la OTAN también se han permitido declaraciones agresivas contra nuestro país”, ha manifestado.