Alejados de la mayoría de sus familiares y sin las mejores condiciones de salud murió Diego Armando Maradona en una casa alquilada días antes de su fallecimiento.
Entre tantas versiones, la única conclusión en común es que a D10S, como le llaman los argentinos, se le pudo haber prestado una mejor atención. Y no precisamente médica, sino familiar, porque falleció “de manera insólita” y no “se lo cuidó como correspondía”.
Según el médico que cuidó a Maradona durante 20 años, hasta 2005, a uno de los mejores jugadores de la historia no se le debió dar el alta médica tras la operación que recibió en su cerebro el pasado 3 de noviembre.
“Tendría que haber permanecido en la clínica, no en una casa que no estaba preparada, o haber tenido un médico permanentemente en la habitación. No sé si era un hospital o un lugar de esparcimiento”, agregó el médico Alberto Cahe, en referencia al barrio cerrado en el que Maradona murió este miércoles, en Tigre, 30 kilómetros al norte de Buenos Aires.
Por su parte, el abogado de Maradona, Diego Morla, duramente criticado por la familia del fútbolista al considerar que él era el líder del “entorno de Maradona”, aseguró que fue una “criminal idiotez” el tiempo que tardó la ambulancia en llegar a la residencia de Maradona y culpó a la enfermera encargada de suministrarle los medicamentos argumentando que “durante 12 horas mi amigo no haya tenido atención ni control por parte del personal de salud abocado a esos fines”.
Por otro lado, una de las versiones en la que también casi todos coinciden es que el Maradona no estaba bien, no lucía bien en los últimos días. Incluso, el día de su cumpleaños, momento en el que regresó el torneo argentino post-cuarentena, tampoco tenía un gran semblante el 10 de la selección argentina.
“Estaba deprimido, sin ganas”, coinciden las fuentes. Tenía episodios de confusión mental. Hubo jornadas en las que el exfutbolista casi no salió de su habitación. Apenas comía. No hacía chistes. Dormía buena parte del día por la medicación que recibía. Se negaba a recibir las visitas de algunos familiares: redactó el diario El País en su página web.
Jony Espósito, uno de los sobrinos de Diego Maradona, fue el último que lo vio con vida. Ocurrió el martes a las 23.30, cuando Espósito lo despidió y se fue a dormir. Y mientras Maradona dormía, falleció y sus allegados se enteraron a media mañana del miércoles, cuando dos de sus asesores (un psicólogo y una psiquiatra) fueron a despertarlo.
Otra versión asegura que el ídolo argentino despertó el miércoles, pero se sintió mal y volvió a acostarse. Y la cocinera habría escucha que Diego se tomara unos medicamentos recetados.
Lo único cierto es que murió en medio de un grupo de desconocidos, sin su familia más cercana acompañándolo en un momento duro de su vida por la situación de salud que afrontaba y sin disfrutar de su mayor pasión, el fútbol.
Las dos versiones, la oficial y la de sus ayudantes, vuelve a coincidir cuando el psicólogo y la psiquiatra detectaron, a las 11.30 del miércoles, que la leyenda del fútbol no presentaba signos vitales. La autopsia preliminar reveló que el cuerpo agotado de Maradona presentaba un edema agudo de pulmón, insuficiencias cardíacas crónicas y un corazón con miocardia dilatada.
La idea de algunos era que Maradona volviera a dirigir desde el banco a Gimnasia, para ver si en algo servía ese ambiente para subir el ánimo y la salud del ex futbolista y no estuviera encerrado en su casa, sin embargo, las condiciones no eran las mejores. Incluso, los colaboradores contactaron con los dirigentes del club de La Plata para avisarles de que intentarían que el ídolo volviera a sentarse en el banco de suplentes en dos semanas, en el partido ante Vélez, pero al final no pasó.