Fotos: Exclusiva de @richarguevara para NoticiasBQ
La mañana de este Viernes Santo en Santo Tomás comenzó con una mezcla intensa de devoción y espectáculo. Desde temprano, los flagelantes —penitentes que cumplen promesas a través del dolor físico— se dieron cita en el ya tradicional punto de partida: el Caño de las palomas.
Este año son 25 los hombres —y en algunos casos mujeres— que participarán en este ritual, cargado de simbolismo, promesas y también controversia. Al compás de los látigos con puntas de cebo animal que golpean sus espaldas, los penitentes recorren la llamada “calle de la amargura”, mientras algunos curiosos —casi como en un desfile— se instalan con refrescos y cerveza a observar la escena.
En el trayecto hay paradas obligadas en siete cruces, donde se arrodillan y les realizan pequeños cortes con cuchilla para que la sangre fluya y no se coagule. Todo finaliza en la ‘cruz vieja’, el punto simbólico donde se entrega el sacrificio.
Uno de los primeros en pasar fue Yuris Carrillo, de 28 años, junto al veterano Vicente Bocanegra, de 76, quien este año dijo haber “terminado de pagar su manda”. También se unió por primera vez Rafael Olivo Mosquera, de 60 años, de Santa Lucía, encarnando al esclavo con cadenas en el pecho, pies descalzos y golpes con una correa.
Entre el respeto por la tradición y las miradas críticas, Santo Tomás revive esta impactante manifestación de fe popular, que año tras año sigue atrayendo creyentes, promeseros y espectadores por igual.