“Alberto Greco: ¡Qué grande sos!” reúne más de cien obras en el Museo de Arte Moderno y funciona como antesala de otras exhibiciones que le dedicarán el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) y el Museo Reina Sofía de España.
De breve pero intensa trayectoria, el escritor, poeta y artista Alberto Greco (1931–1965), situado en la liminalidad de lenguajes artísticos tras emerger como disruptor de una escena cultural anquilosada, tiene a partir de hoy su primera retrospectiva en la Argentina con la muestra “Alberto Greco: ¡Qué grande sos!” , que reúne más de cien obras en el Museo de Arte Moderno y funciona como antesala de otras exhibiciones que le dedicarán el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) y el Museo Reina Sofía de España
El nombre de la retrospectiva retoma la acción urbana -una de las primeras de América Latina- realizada por el creador en 1961 y registrada por el fotógrafo Sameer Makarius en la esquina porteña de Corrientes y Libertad. La misma consistió en una pegatina de carteles publicitarios impresos para la ocasión, con las leyendas “¡Alberto Greco: ¡qué grande sos!” y “Alberto Greco, el pintor informalista más importante de América”.
“Creo en la forma de lo informe… Creo en la pintura vital, en la pintura grito, como en una gran aventura, de la que podemos salir muertos o heridos, pero jamás intactos…”, decía por entonces el artista, una figura central en las transformaciones que se produjeron en el pasaje de la pintura informalista al objeto.
Esta acción podría considerarse como un antecedente de sus célebres Vivo Dito, una expresión que quiere decir algo así como señalar con el dedo, marcar, firmar o dibujar una persona u objeto de la realidad para verla con otros ojos. En el caso de Greco, se señalaba a sí mismo. Y tan icónicas fueron estas fotos que fueron adquiridas por el Moma de Nueva York, junto a otras piezas.
Artista Irreverente y mordaz, cuestionó mandatos sociales y convenciones culturales, y desbordó los límites del cuadro expandiendo las fronteras en el espacio público. Como experimentador buscó disolver el arte en la realidad y fusionarlo con la vida. Y en su recorrido nómade participó de la escena cultura en San Pablo, París, Roma, Madrid, Nueva York, Barcelona y Buenos Aires.
Greco tuvo un paso por la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano, la cual abandonó para estudiar luego con Cecilia Marcovich, Tomás Maldonado y Lidy Prati (1947-1948). Sin embargo, su faceta como pintor aparece en 1954, en París, después de haber ganado una beca.
En 1950 publicó su libro artesanal “Fiesta” con una edición de ciento cincuenta ejemplares, cuyo facsímil se encuentra en la exhibición. Para el investigador del arte Marcelo Pacheco, este es un punto de inicio con respecto a las propuestas artísticas del artista. Se trata de un “ensamblado donde las palabras se transforman en signos plásticos”, dice.
Una de las características de la producción del artista es la dispersión de las obras, la otra es la mezcla de lo visual y lo literario, que está presente en su último libro “Besos brujos” (1965) y también es parte de la colección del MoMA.
En 1959 Greco integra el Movimiento Informalista Argentino y en 1960 exhibe sus “pinturas negras” en la galería Pizarro en Buenos Aires. Participa además en París de la muestra “Pablo Curatella Manes y treinta argentinos de la nueva generación”, organizada por Germaine Derbecq en la galería Creuze en 1962, donde causa revuelo y rechazo con su obra “Arte Vivo: 30 ratones de la nueva generación”, que consiste en una caja con rodedores vivos.
También se cuentan entre sus hitos el “Manifesto Dito dell’Arte Vivo” (1962) y la acción en el pueblo Piedralaves de la provincia de Avila, España (1963), donde realiza su Gran manifiesto-rollo arte Vivo-Dito. Además de “Cristo 63” una obra del Teatro Laboratorio que realizó junto a Carmelo Bene y Giusseppe Lenti basado en el Ulises de James Joyce, una improvisación con la idea de eliminar la barrera entre público y actores, que provocó un escándalo en la época; o la rifa en la Central Station de Nueva York, con la colaboración de Christo y Roy Lichtenstein, entre otros en 1965.
La flamante retrospectiva, que cuenta con curaduría de Pacheco, María Amalia García y Javier Villa, se presenta en tres salas con tres núcleos temáticos y con más de 100 obras: dibujos, afiches, instalaciones, fotografías, proyecciones, material de archivo, reconstrucciones y evocaciones de artistas contemporáneos como Joaquín Aras, Guillermina Etkin, Sebastián Gordín, Daniel Leber, Agustina Muñoz y Paula Pellejero. También, como expansión de la primera sala, en el pasillo frente a ella, se sucede una pegatina de afiches.
En “Viva el arte vivo”, el primero de los núcleos en que está organizada la retrospectiva, el acento está puesto en sus textos y en las piezas visuales, remarcando lo real como arte vivo (Vivo-Dito), mientras que en “La pittura è finita” se aborda la idea de proceso desmarcado de la pintura moderna hacia la acción; y en “La orden de Greco”, el aspecto comunitario se indaga en sus acciones comunitarias, entendidas como colectividad espiritual, artística y social.
“Todos teníamos una obsesión: no realizar una exposición de obras materiales de Alberto Greco sino ofrecer un Greco vivo, presente, libre, empático y comunitario, pero también el Greco provocador, corrosivo y desafiante de toda las normas y categorías estéticas de su época”, sostiene Victoria Noorthoorn, directora del Moderno.
El proyecto de la retrospectiva se inició hace siete años a partir de “Alberto Greco: ¡Qué grande sos!”, un libro sobre el artista publicado en 2016 del que participaron Pacheco y García. Al proyecto de la retrospectiva homónima se sumó el curador Javier Villa, junto con los museógrafos Daniela Thomas y Felipe Tassara, radicados en San Pablo, además de Iván Rösler, también del staff del Moderno.
Para Villa, “Greco fue un artista del desborde, para resquebrajar los límites, romperlos, abrirlos, para desarmar las convenciones culturales y con ello arrastrar también la social. Y ese desborde se da en el collage visual, en su escritura, en sus pinturas que orinaba y dejaba a la inclemencia climática, en los Vido-Ditos”.
En su manifiesto Dito dell´Arte Vivo (1962) explicita: “El arte vivo es la aventura de lo real. El artista enseñará a ver no con el cuadro sino con el dedo. Enseñará a ver nuevamente aquello que sucede en la calle. El arte vivo busca el objeto pero al objeto encontrado lo deja en su lugar, no lo transforma, no lo mejora, no lo lleva a la galería de arte. El arte vivo es contemplación y comunicación directa”.
Y prosigue “Debemos meternos en contacto directo con los elementos vivos de nuestra realidad. Movimiento, tiempo, gente, conservaciones, olores, rumores, lugares y situaciones”.
“Greco estaba vestido con unas bombachas turcas de color rojo y el torso descubierto respirando apenas con los brazos en cruz y en la palma de cada una de sus manos escrita la palabra ‘FIN’. Así lo encontró Claudio Badal, el gran romance de Greco, al artista agonizando en su departamento de Barcelona, en octubre de 1965”, cita uno de los textos de la muestra.
En este último acto, el artista cierra su vida como obra de arte y abre una dimensión historiográfica que se concreta en la muestra del Moderno. Mientras tanto, el Museo de Arte Moderno de Nueva York y el Museo Reina Sofía de España también preparan para este año exhibiciones sobre su obra.
D.A.