Por: Jorge Enrique Collazos Ramírez: Archivista, Paleógrafo e Investigador local & José G. Stevenson Díaz: Lic. Ciencias de la Educación, Especialidad Ciencias Sociales y Económicas Universidad del Atlántico e Historiador local.
Si bien es cierto que nuestra hermosa y carnestoléndica ciudad de “Barranquilla”, ha recibido diferentes motes, apelativos o calificativos a través de su existencia tales como: “La arenosa”, “Curramba la bella”, “Puerta de oro de Colombia”, “Capital de la Costa”, “Ciudad de los brazos abiertos”, “Faro de América”, y muchos otros del orden doméstico, que intentan demostrar su naturaleza y cordialidad, también no es menos cierto que debemos ser un poco moderados al intentar colocar nuevos remoquetes como:
“Vacasquilla” sin un asidero histórico comprobado. Esta palabra acuñada hace poco, con fines desconocidos, y que desdibuja nuestro verdadero origen como sitio proyectado con un fin específico comercial y no su errático entorno pastoril, que ya debería ser parte del olvido consciente de todos los barranquilleros y extinguir esa famosa “tradición” de nuestras memorias, para empezar a reescribir y asimilar nuestro verdadero origen documentado. Es imperiosamente necesario, el esclarecer la condición y destino de los semovientes desde la perspectiva del cronista contemporáneo Domingo Malabet, para desvirtuar desde la historia misma, la posibilidad de esa fundación inexistente y cualquier tipo de relación con la génesis bucólica, que pretenden retrotraernos.
Lo realmente contradictorio e ilógico de nuestra historia local, es la obsesión compulsiva de nuestros líderes y autoridades por la fecha del 7 de abril de 1813, justamente la efemérides, en que se realizó el pregón de nuestra erección en “Villa de Barlovento”, de la independentista Gobernación de Cartagena de Indias, y de la cual en este año 2023 conmemoramos ya doscientos diez (210) años, o peor aún retornamos a través de organismos gubernamentales y académicos al folklore de “las vacas “sagradas” como objetos paganos de veneración, que en el especulativo proceso de su trashumancia decidieron pastar o beber en las llanuras o aguas cercanas al actual corregimiento de “La Playa” y no precisamente a las costas del “Río grande de la Magdalena”, en el sitio de la “Barranquilla”, como erradamente se ha interpretado la tesis de Domingo Malabet.
Este dato de los semovientes, posee su fuente en la cartografía de Juan López de 1787, denominado: “Mapa geográfico de la Provincia de Cartagena”. Que en una de sus explicaciones menciona literalmente: “…describiendo también los caños y ríos navegables con su verdadero curso y el de los arroyos y quebradas hacía las zienegas, por tiempo de verano, se apacientan más de doscientas cinquenta mil cabezas de ganado vacuno y caballar, enseñándoles su instinto, a semejanza de los merinos de España, el tiempo de acudir y retirare de ciertos pastos a la tierra alta, donde están las praderas que llaman sabanas…” Por consiguiente, esta fuente escrita, al interior de un soporte cartográfico, es el origen de esta tradición documental recibida, donde puede rastrearse la migración instintiva y superviviente del ganado, debido a la sequía o cambio climático experimentado. Es decir, con este argumento se justificó en su momento, la aparente migración masiva y biológica, así como posteriormente el poblamiento accidental del noroeste de la Provincia de Tierradentro, tal y como jocosamente se reiría el historiador Eduardo Lemaitre, en conversación con Amira De la Rosa (Historias detrás de la Historia de Colombia, Editorial Planeta, páginas 39,40 y 41) al comparar la fundación de Barranquilla por unas vacas y Cartagena de Indias por unos alcatraces…
Recapitulando entonces es conveniente esclarecer que la condición de “Villa” con su título heroico de “Premio al Patriotismo” , brindado por Don Manuel Rodríguez Torices duró solamente dos (2) años y diecisiete (17) días, pues el 25 de abril de 1815, perderíamos dicha condición y título al retornar al dominio del Nuevo Reino de Granada, y hacer parte nuevamente debido a la reconquista española comandada por Pablo Morillo, y volveríamos a convertirnos en un simple “sitio o lugar”, tal y como reposa en la cartografía posterior . De estas circunstancias nace el hecho de recapitular y sopesar internamente los siguientes interrogantes:
1. ¿Por qué seguimos recluidos en un instante histórico tan breve entre 1813 y 1815?
2. ¿Por qué volver absurdamente a la adoración de las sagradas vacas galaperas?
3. ¿Qué sentido tiene volver al supuesto origen pastoril ya desmentido copiosamente en nuestra literatura histórica?
4. ¿Qué sentido tiene adoptar a este semoviente como símbolo local, imitando tal vez a Santiago de Cali y sus gatos decorativos sin ningún arraigo histórico?
5 ¿Cuál es el verdadero trasfondo de retrotraer a las supuestas vacas primigenias e invocar tácitamente a su estéril fundador, dueño, y señor Nicolás de Barros y de la Guerra?
6. ¿Por qué no conmemorar nuestra erección en “Ciudad”, ¿qué es mucho más importante que el de “Villa” y qué ha sido de forma ininterrumpida?
7. ¿Qué sentido tiene volver a traer la teoría fundacional de José Agustín Blanco Barros, de su libro “El norte de Tierradentro y Los orígenes de Barranquilla “de 1987, ¿a sabiendas que dicha tesis (no comprobada) está plagada de inexactitudes ya demostradas?
La historia misma de la tesis de Domingo Malabet, bien interpretada puede con los elementos materiales probatorios existentes y fuentes de época esclarecernos todo. Desde la creación del mismo mito fundacional, y naturalmente el desvirtuar ese origen pastoril, o fusión con el “Camino obligatorio de las vacas”, tal y como se pretende retomar la idea del encomendero Nicolás de Barros y de la Guerra (Todo parece indicar que se intenta mediante esta estrategia publicitaria muy bien planeada, el reencauchar de una forma tácita la teoría fundacional de José Agustín Blanco Barros, en su obra cumbre “El Norte de Tierradentro y los orígenes de Barranquilla ”) donde se afirma sin documentos, sin cartografía, ni pruebas fehacientes, que fue el encomendero de Galapa, Don Nicolás de Barros y de la Guerra, el supuesto fundador de Barranquilla, pues gracias a la sequía de mediados de la década de 1620, sus semovientes (vacas sagradas) viajaron instintivamente hacia esa latitud de acuerdo a esta controvertible versión amañada. Por ello es importante recalcar las razones por las cuales se demuestra histórica y documentalmente que Nicolás de Barros y de la Guerra, ni sus vacas tuvieron relación o injerencia alguna con Barranquilla:
1. CONDICIÓN JURIDICA DE LA HACIENDA: La condición mencionada en la misma convocatoria de “Vacasquilla” de la Corporación Luis Eduardo Nieto Arteta (CLENA), donde se señala a Barranquilla como “sitio de libres”, es insostenible. Cabe mencionar que dicha “libertad” era una suerte o condición imposible, en la “Hacienda de San Nicolás” y/o terrenos de “Guaimaral”, Propiedad del encomendero y esclavista NICOLÁS DE BARROS Y DE LA GUERRA, una latitud muy distante (hacienda) y colindante (caballerias) con el sitio de Barranquilla ( Casa doctrinera de Mompox), y separadas por el “Camino Real”, pues desde el año de 1637 de acuerdo a la ardua investigación de Domingo Malabet y hasta mediados de 1715 estuvo en poder de la Familia “Barros y De la Guerra” a través de diferentes miembros generacionalmente sucesivos y debido a que se manejaban al interior dos instituciones coloniales: La esclavitud negrera y la encomienda (libres en el papel) de indígenas, valga la redundancia, por lo que sería imposible la teoría de “concertados libres” en sus dominios resultando contradictoria y literalmente absurda tal afirmación, que los indios, esclavos, o comerciantes fuesen ganaderos en predios privados. Lo que resta peso a esa afirmación, y por ende desparecen los semovientes como razón o causa de la fundación de la “Barranquilla Bovina o Vacasquilla “, que se pretende instaurar.
2. TRASHUMANCIA DEL GANADO BOVINO HACIA EL NORTE: Las vacas galaperas sedientas de agua, de acuerdo al relato de Domingo Malabet, que intentan adjudicar por circunstancias de modo, tiempo y lugar al joven y quebrado económicamente Don Nicolás de Barros y de la Guerra (1602- 1658), basado en el relato fundacional sin fuentes de Juan José Nieto Gil de 1629. Por obvias razones, eran parte de los bienes semovientes del antes mencionado encomendero de Galapa, y estuvieron custodiadas por indios de su encomienda, a una distancia igual e inferior a tres (3) leguas de distancia y viajaban literalmente hacia el “Norte” pues remontaron la “Sierra de Galapa”, con rumbo en línea recta hacia los futuros terrenos de la Playa y Camacho, separados por el arroyo (Grande) o “León” , lo que significa que nunca fueron predios de la ya existente “Barranquilla”, que se encontraba ubicada al “Noreste” de Galapa a cuatro (4) leguas de distancia y junto al río grande de la magdalena. Sumado a lo anterior y como prueba irrefutable, los lugares para pastar (Bohíos) habían sido prácticamente heredados por su ancestro Don Pedro de Barros I, del primer encomendero de Galapa Don Juan de Escalante y Fontaneda, lo que indica que no hubo tal trashumancia, a tres (3) leguas del norte de Galapa. y esto se traduce en que simplemente, se siguieron explotando los mismos sitios tradicionalmente heredados de sus antecesores, mencionados por el mismo José Agustín Blanco Barros en su obra.
3. UBICACIÓN DE LA HACIENDA SAN NICOLAS: El inventario de bienes de 1658 (Anexo 29 de Norte de Tierradentro) demuestra que de acuerdo a la versión de Francisco de Palencia (Mayordomo de los terrenos de Guaimaral y/o la Hacienda de San Nicolás), desde su barranca que se ubicaba sobre el extinto pueblo de indios de Camacho, y donde se asentaron exactamente las estructuras de viviendas, bohíos de los animales de ganado vacuno y graneros. (Cartografiada por Francisco Javier Vergara y Velasco) nos indica que se encontraba al margen derecho del camino real desde la perspectiva norte-sur, por lo que se habla de una latitud diferente a “La Barranquilla”, que se encontraba a orillas del rio grande de la Magdalena y del lado contrario del susodicho camino y eso reza literalmente el documento:
“Más se imbentario ocho cavallerias de tierra que por declaración de miguel Rodríguez maiordomo de dichas haziendas hizo y Francisco Palencia diciendo que el dicho D. Nicolás de Varros tenía en el camino que va desta Varranca a Galapa sobre la mano derecha hasta un arroyo pasado la tierra” (Norte de Tierradentro página 373).
Toda vez vista esta posición geográfica inamovible de la “Hacienda de San Nicolás” sin el “Tolentino” supremamente al norte de la división territorial de Tierradentro, superada solamente por las islas y a las orillas del mar del norte, donde se unen con las aguas del rio grande de la Magdalena, en línea recta hacia el sur con la Encomienda de “Galapa” por lo que dicha migración de los semovientes (vacas galaperas) no tendría ningún sentido, pues ya se encontraban ocupadas (1627-1637) de acuerdo a la ley de morada y valor, de acuerdo a la versión de Blanco Barros. Por consiguiente, dichas tierras estarían siendo usufructuadas por sus ancestros paternos y por el mismo personaje: Nicolás de Barros y de la Guerra, quien era poseedor de seis (6) caballerías de las catorce (14) que conformaban las de Guaimaral (1637) y también era amo y señor de los indios entregados en calidad de encomendados en el pueblo de indios de Galapa, con diferentes bohíos a tres leguas de distancia de dicho lugar prehispánico. En ese orden de ideas, las vacas sedientas y “privadas” saldrían desde su “Encomienda de Galapa” (posesión semoviente prohibida por las leyes coloniales) y se asentarían en su “Hacienda de San Nicolás (Asentada sobre el extinto Pueblo de Camacho)” donde ya tendrían sus corrales y alimento que les esperaban. Por lo cual no tiene sentido afirmar que se fundarían nuevos asentamientos, en un globo de tierra privado, entregado en calidad de Caballerías, que pertenecían al mismo tenedor.
Por ello la ubicación de tal migración es mencionada en el lindero “Este” de las tierras de Guaimaral, en ambas riberas del “Arroyo Grande y/o León”. Es conveniente recordar que Pedro de Barros (I), Alcalde de Cartagena, y ancestro de Nicolás de Barros y de la Guerra, tenía posesión de dicho pueblo de Camacho desde 1559, ( Problema conocido con Ana Ximénez, viuda de Domingo de Santa Cruz) pasando por José (I), Pedro (II), lo que significa que de forma ininterrumpida tuvieron posesión de dicho lugar, es decir que para mediados de 1620 dicho sitio era administrado por la familia Barros o su administrador, tal y como quedó conocidamente cartografiado por el historiador, cartógrafo y militar Francisco Javier Vergara y Velasco.
En pocas palabras, en caso de existir las vacas sagradas sedientas, no serían justificación alguna para fundar un asentamiento humano, diferente al plácido lugar donde se encontraba residenciado Don Nicolás de Barros y de la Guerra y su ancestros en la Ciudad de Cartagena de Indias, en segundo lugar de paso y recreación lo sería su estancia o hacienda de San Nicolás, y como tercer sitio prohibido su encomienda de Galapa, por lo que ese trasegar de ganado entre su hacienda y su encomienda, no representan garantías históricas para afirmar una fundación, no habiendo necesidad de ello.
4. AUSENCIA CARTOGRÁFICA DE LA HACIENDA Y LAS CABALLERIAS :
Cartográficamente José Agustín Blanco Barros, nunca pudo demostrar con certeza la ubicación exacta de los corrales de engorde de la “Hacienda de San Nicolás” pues solamente intentó conciliar las afirmaciones de Domingo Malabet, en la página 198 de su libro Norte de Tierradentro, Mapas denominados: “CAMACHO Y SAN NICOLÁS”, colocando extrañamente el mapa la siguiente afirmación: 2) Primeras manzanas edificadas en Barranquilla, según D. Malabet corresponden al área baja de la Hacienda San Nicolás. Lo que sólo significa que era consciente de que las ocho (8) o diez (10) caballerías serian imposible de ubicar entre el camino de Barranquilla (Iglesia de la Cruz Vieja como referente) hacia la Encomienda de Galapa. Tampoco pudo esclarecer porque la Iglesia de la Cruz vieja, no era parte integral de la hacienda, si se supone que todo ese globo de tierras al noroeste de Tierradentro le pertenecía supuestamente a la Familia Barros, ni porque tampoco aparecía mencionada en el avalúo de bienes de 1658.
Fue devoto admirador y biógrafo de Vergara y Velasco, es decir, que debía conocer a la perfección la Cartográfia de Francisco Javier Vergara y Velasco: “MAPA 066. Mapa Portulano de Barranquilla –Bocas de Ceniza y Puerto Colombia- Atlas Histórico Marítimo de Colombia Siglo XIX, Página 203”, donde el geógrafo, cartógrafo, e historiador militar ubicó exactamente al antiguo “Pueblo de indios de Camacho”, el sitio donde se colocó la “Hacienda de San Nicolás “, los cerros “Ginové” del antiguo predio de Vicente Genovés entre otros datos históricos, que demuestran que conoció de primera mano esta ubicación prehispánica, y que sin embargo obvió por razones desconocidas, pero muy convenientes para la imposición de su nueva tesis fundacional, muy a pesar de ser un cartógrafo curtido.
De hecho, dicho mapa de Vergara y Velasco, fue utilizado como portada en el Geografía histórica, tomo IV. (José Agustín Blanco Barros-Obras completas, Universidad del Norte) y el mismo cartógrafo sabanalarguero escribió una biografía sobre su colega cartógrafo, después de estudiarlo detalladamente, de donde conviene preguntarnos lo siguiente:
1. ¿Por qué José Agustín Blanco Barros, nunca mencionó en su libro norte de Tierradentro la ubicación del extinto pueblo de indios de “Camacho” si su antecesor Vergara y Velasco con mayor autoridad en erudición había descubierto un sitio tan importante para el norte de Tierradentro y de Barranquilla misma?
2. ¿Por qué nunca esclareció siendo contertulio (Blanco Barros) de Claudio Ropaín de León, la existencia de una iglesia doctrinera denominada Barranquillas desde antes de 1569?
3. ¿Por qué intentó desesperadamente el unir epónimamente a San José y San Nicolás, con José y Nicolás de Barros y de la Guerra, en los inicios de Barranquilla?
5. RELATO DE DOMINGO MALABET Y DOS MOMENTOS: la tesis de Domingo Malabet ha sido trastocada durante varias décadas, pues menciona dos acontecimientos o catástrofes ecológicas diferentes y sucesivas:
1. “La sequía” que obligó supuestamente al ganado a buscar aguas hacia el norte de Galapa y sirvió como caldo de cultivo para forjar asentamientos humanos cerca del actual corregimiento “La Playa” en ambas riberas del Arroyo Grande o León.
2. “El mar de leva” que destruyó los asentamientos anteriormente mencionados que obligaron a buscar refugio lejos del mar, y buscar la orilla del rio grande de la Magdalena, en un sitio muy al norte de la ya palpitante “Barranquilla(s)”, de hecho, hay cartografía, que los muestran coexistiendo. Por lo que aseverar literalmente que las vacas sagradas migraron en su instinto de trashumancia hacia Barranquilla, es completamente falso, pues ya existía un “Camino prehispánico” posteriormente “Real”, que les unía, sin embargo, el ganado tomó la ruta más corta, recta, trasmontando la Sierra de Galapa, por lo que queda literalmente confirmado que no llegaron hacia nuestro amado terruño.
6. EL MISMO JOSÉ AGUSTIN BLANCO BARROS: El mismo autor de “El Norte de Tierradentro y los orígenes de Barranquilla”, afirma sin lugar a dudas, que el mito de las vacas galaperas es eso, un simple mito, pues los indios, eran sumamente pobres y eran incapaces de fundar lugares libres, cuando ellos mismos no lo eran, ello incluye a esclavos y colonizadores furtivos, sin embargo jamás pudo con su apergaminada profesión justificar la creación de algún asentamiento en Barranquilla, pues “La Iglesia de la Cruz Vieja, con advocación a San Joseph”, fue el máximo obstáculo en su tesis fundacional, pues jamás se encontró ningún tipo de elemento : arquitectónico, religioso, litúrgico, o similar en sus predios llámense, haciendas o caballerías, por lo que contraria literalmente su hipótesis, a sabiendas que dicha iglesia colonial se remonta con las fuentes actuales a 1569, con información del monje Franciscano Lucas Wadingo, mencionada en su obra “Anales Minorum”, como una casa doctrinera dependiente de Santa Cruz de Mompox. En otras palabras, treinta y tres años (33) antes de que naciese Nicolás de Barros y de la Guerra (1602-1658), en Coro, Venezuela, ya la Iglesia doctrinera de “BARRANQUILLAS” existía, y como afirmó el padre e historiador Gregorio Arcila Robledo…” Donde hay iglesia hay pueblo…”.
7. DENOMINACIÓN ETIMOLOGICA A POSTERIORI: La Calle de las Vacas, es una denominación decimonónica, que no se relaciona con el origen de la ciudad, pues no se encuentra conexa siquiera con la iglesia de la Cruz vieja ( Estructura más antigua de la urbe), pues el curso de dicha calle, se encontraba justo en la trayectoria del original del cauce del rio grande de la magdalena, y fue creada posteriormente a la desaparición forzosa e ilegal de la Ciénaga de Barranquilla ( Camellón de Bastidas) , para poder crear dicha calle emblemática, pero que no se ajusta al tiempo de aparición genésica de la ciudad. La Calle de las vacas, no era un camino real, que pasase junto a Barranquilla y eso cartográficamente es demostrable, por ende, no puede remontarse al famoso origen pastoril, ni mucho menos relacionarse con el ganado mayor de la Hacienda de San Nicolás. De otra parte, es conveniente esclarecer que el nombre de la Calle de las Vacas, proviene a fuerza del lugar donde estaba “el matadero”, de Barranquilla, donde se expedía la carne del ganado para el consumo local.
Por las anteriores razones, podemos ver y analizar que sólo se busca, guardando el debido respeto y las proporciones asemejarse a la Ciudad de Santiago de Cali, y sus famosos “Gatos” decorativos, sin ningún tipo de arraigo histórico: reavivándose un verdadero mito histórico o literario, de “reminiscencia” no a las vacas de Domingo Malabet, sino a las vacas pertenecientes al encomendero de Galapa, Nicolás de Barros y de la Guerra, para “reencauchar” así una tesis que ya hemos dado diferentes argumentos de peso e históricos demostrando más allá de toda duda razonable, que está plagada de errores, inexactitudes, faltantes documentales y una serie de especulaciones, que no soportarían el escrutinio riguroso del orden académico y documental.
Intentan estas estrategias, crear de forma tácita, un empoderamiento psicológico de colocar treinta (30) vacas tamaño natural, en diferentes puntos neurálgicos de la ciudad, y cual reflejo condicionado y sus múltiples colores reactivar el pensamiento de José Agustín Blanco Barros, venido a decadencia después de inacabables debates y análisis de sus obras, publicadas en una saga inexpugnable por la Universidad del Norte. De donde conviene nuevamente preguntarnos ¿Qué beneficios trae consigo ese nuevo vocablo distorsionado denominado “Vacasquilla”? ¿Permitiremos que los barranquilleros, sigan sumidos en la inopia cognoscitiva acerca de su origen?
De estas circunstancias nace el hecho de preguntarse:
1. ¿Por qué desgastarnos en invertir el erario público en “Pan y Circo”, adorando cuál culto egipcio, a unas vacas sagradas y no realizar verdaderas investigaciones arqueológico-históricas en búsqueda de nuestro origen?
2. ¿Qué pasa con la información pública cartográfica que yace en la Alcaldía de Barranquilla pudriéndose, (Litigio Corredor vial –Barranquilla vs. Pto Colombia)? y que no es de dominio del pueblo barranquillero, ¿Por qué impedirnos cultivar nuestra cultura y caudal cognoscitivo, ya que ellos no hacen nada por fortalecerlo?
3. ¿Por qué no se cumple la última voluntad de su ídolo de barro, José Agustín Blanco Barros en su introducción en su Libro Norte de Tierradentro, y se insta a los historiadores a buscar nuestro único origen y salir de esa tesis plagada de dudas e incertidumbres?
4. ¿Es más importante, para Barranquilla, seguir leyendo la saga de historia fantasiosa de la Universidad del Norte, que realmente iniciar sin excusas ni rencores verdaderas expediciones hacia la verdad histórica y demostrable?
5. ¿Qué beneficios trae consigo, esas vacas sagradas, para nuestra cultura y ciudad, entorpeciendo el espíritu investigativo de las nuevas generaciones dando absolutamente todo por sentado, devolviéndonos a un mito sin fundamento?
6. ¿Son esas “vacas sagradas” la prueba visible y tangible, de que nuestras autoridades y referentes académicos, no tienen la más remota idea de nuestro origen y son un sofisma de distracción colectiva?
7. ¿Por qué no se propone un debate académico, donde mediante diferentes ensayos se analice concienzudamente la teoría Blanco- Barrista y se realice el trabajo de sopesar fuentes y pareceres de su autor?
8. ¿Por qué la Universidad del Norte, o los estamentos del orden académico, no nos muestran y exponen a la palestra pública, su cartografía donde recreen el espacio de la Hacienda San Nicolás y las caballerías de Guaimaral?
9. ¿Por qué la Universidad del Norte, del Atlántico y otras entidades descentralizadas, no se pronuncian frente a las fuentes descubiertas por Claudio Ropaín de León, acerca de nuestro único origen colonial?
10. ¿Qué pasa con los hallazgos arqueológicos hechos por investigadores independientes, no tienen validez para su gremio acartonado, no les conviene la realidad histórica?
El presente artículo científico, hace parte del texto en publicación: “Expedición histórica “Barranquilla”, tras los rastros de su origen 1629-1821” queda prohibida su reproducción parcial o total, sin el debido permiso y/o autorización previa de sus autores, y dar los respectivos créditos al ser citado, en caso de no ser así, procederemos con los efectos correspondientes de acuerdo a la Ley.