El Congreso de la República fue escenario, una vez más, de una batalla legislativa que no llegó ni siquiera a librarse.
El proyecto de ley que busca revivir el transfuguismo político en Colombia naufragó este lunes en la plenaria del Senado, no por una votación clara, sino por el viejo y recurrente recurso del faltante de quórum. El reloj marcaba la discusión del tercer pun to del orden del día, pero tras abordar los dos primeros, la sesión fue levantada. El polémico sexto debate quedó aplazado para este martes a las 10:00 a.m.
La iniciativa, liderada por el senador liberal Alejandro Carlos Chacón, ha sido vista como un torpedo directo al corazón de la disciplina partidista. Mientras sus defensores hablan de “libertades individuales”, sus críticos lo acusan de ser un disfraz elegante para legitimar el cambio de camiseta sin consecuencias políticas.
Y es que la resistencia es cada vez más sólida. Partido Conservador, Partido de la U, Cambio Radical y un amplio sector del Centro Democrático han dejado clara su negativa. Para ellos, el proyecto representa una grieta institucional que, de abrirse, podría desdibujar aún más el ya frágil sistema de partidos del país.
Chacón, por su parte, no parece ilusionarse con mayorías que nunca tuvo. En una declaración que suena más a despedida que a arenga, aceptó que el proyecto “nunca pretendió mayorías” y que lo importante era instalar el debate. “Hoy los partidos se han vuelto inexistentes”, dijo, refiriéndose a lo que considera una pérdida de autonomía de los congresistas frente a las cúpulas partidistas.
Sin embargo, desde la acera opuesta, el tono es otro. Varios sectores acusan al proyecto de ser una jugada oportunista, pensada para abrir la puerta a reacomodos políticos en plena antesala electoral, sin que los elegidos rindan cuentas a sus votantes.
Así, mientras la iniciativa se arrastra hacia lo que muchos consideran su última oportunidad, queda claro que el transfuguismo no es solo una figura jurídica: es también el espejo de una política cada vez más volátil, donde la lealtad partidista parece pesar menos que el cálculo individual.