La política colombiana ha vuelto a girar en torno a una controversia inesperada: una carta del ex canciller Álvaro Leyva, publicada en redes sociales, ha encendido el debate público tras aludir —sin pruebas— a una presunta adicción del presidente Gustavo Petro a las drogas. Una afirmación que, por su tono y contenido, ha generado más preguntas que certezas, y ha abierto una conversación tan política como personal.
El presidente no tardó en responder. Fiel a su estilo, optó por una réplica también epistolar: “Soy adicto al amor”, escribió, sin ahondar en detalles, pero dejando claro que no se prestará, al menos por ahora, a la presión mediática o política para someterse a una prueba toxicológica.
Sin embargo, la carta de Leyva no pasó desapercibida. Más allá del impacto mediático, ha puesto sobre la mesa discusiones legales, éticas e institucionales. Diversos sectores han solicitado que el jefe de Estado se someta a exámenes que aclaren cualquier duda sobre su estado de salud y su capacidad para gobernar.
Para el profesor Ángel Tuirán, politólogo y docente de la Universidad del Norte, el episodio refleja tensiones subyacentes dentro del gobierno y conflictos no resueltos entre figuras que alguna vez compartieron agenda. “Leyva no aporta pruebas médicas ni informes oficiales. La acusación es grave, pero queda en el terreno de la insinuación”, explicó el experto, quien también recordó que no existe en Colombia una norma que obligue a un presidente a someterse a este tipo de pruebas, salvo en casos donde exista evidencia sólida de afectación al ejercicio de sus funciones.
El debate, como era de esperarse, ya llegó al Congreso. El ex ministro de Justicia Wilson Ruiz presentó una solicitud formal ante la Comisión de Investigación y Acusaciones de la Cámara, buscando claridad sobre los hechos. Sin embargo, los caminos legales son complejos y poco explorados. Según Tuirán, incluso si se impulsara una normativa para aplicar pruebas toxicológicas obligatorias a mandatarios, su viabilidad política es reducida.
El mismo experto aprovechó para comentar otro movimiento reciente del presidente: la instalación de los Comités Ciudadanos para una consulta popular en Soledad, Atlántico, sobre la reforma laboral. Para Tuirán, el acto fue “apresurado” y simbólico, ya que el proyecto aún no ha sido aprobado por el Senado. La consulta, subraya, no implica una aprobación directa de la reforma, sino apenas un sondeo de voluntad popular, y cualquier cambio legal deberá pasar, irremediablemente, por el Congreso.
Así, Colombia asiste a otro episodio donde las fronteras entre lo político, lo personal y lo institucional parecen desdibujarse. Mientras tanto, la ciudadanía observa, no sin desconcierto, cómo el debate nacional se traslada a las redes y a las cartas, dejando en segundo plano los caminos formales del debate democrático.