En una medida inédita y polémica, la administración de Donald Trump ha decidido acelerar la deportación de 2.000 colombianos involucrados en los disturbios ocurridos durante la final de la Copa América 2024, que se jugó el 14 de julio entre las selecciones de Colombia y Argentina en Miami, Florida.
El partido, que originalmente debía ser un evento deportivo de celebración, se vio empañado por una serie de incidentes violentos, incluyendo la violación de los controles de seguridad del estadio, lo que retrasó el inicio del juego y desató una ola de críticas a nivel internacional. Los desórdenes generaron preocupación sobre la seguridad en el evento, con imágenes de la violencia rápidamente circulando en los medios de comunicación.
Según fuentes oficiales, más de 2.000 personas fueron identificadas como participantes activos en los disturbios, muchos de ellos gracias al uso de cámaras biométricas que permitieron un rastreo eficiente. Ahora, estos individuos se enfrentan a la inminente deportación, como parte de un endurecimiento de la política migratoria de EE. UU.
Adicionalmente, aquellos colombianos que no sean deportados se verán sujetos a multas de hasta 20.000 dólares, una cifra significativa que ha generado preocupación entre la comunidad colombiana en el país.
Este giro drástico en la política migratoria ha generado fuertes reacciones tanto en Colombia como en EE. UU., especialmente con las recientes declaraciones del presidente Gustavo Petro, quien ha hecho un llamado a la solidaridad y protección de los colombianos indocumentados. Mientras tanto, las autoridades migratorias de EE. UU. siguen evaluando los casos, lo que deja abierta la posibilidad de más deportaciones en los próximos días.
Este episodio ha subrayado la creciente tensión entre seguridad nacional y los derechos de los inmigrantes, dejando claro que los eventos deportivos, lamentablemente, pueden ser el escenario de situaciones mucho más complejas y de mayor alcance político.