«Hola, soy Marta, la chica de la foto, pero no, no soy profesional de la salud ni estoy atendiendo a un paciente. Soy una hija despidiéndose de su madre dos horas antes de morir.
Hemos sido una familia extremadamente responsable desde el inicio de la pandemia. Mis padres estaban aislados para evitar riesgos. Mi hermano les bajaba la compra que dejaban en cuarentena y posteriormente desinfectaban. Ninguno de los hijos y los nietos los visitábamos.
En cierto modo estábamos tranquilos. Pero un fatal día todo cambió. Tuvieron la desgracia de recibir una visita de un matrimonio, amigos de toda la vida, una visita imprudente, inoportuna, insensata e irresponsable porque con ellos también llegó el virus.
En solo un día mi madre enfermó gravemente. A pesar de haber estado luchando y aferrándose a la vida durante 45 días en la UCI y del gran esfuerzo y dedicación del personal sanitario del que solo tengo palabras de agradecimiento, finalmente el virus ganó la batalla.
A la angustia de la enfermedad se unió el no poder acompañar y consolar a mi madre. Las llamadas diarias desde la UCI, normalmente por la noche, eran demoledoras, nos desgarraban y nos hacían temblar sin control.
Sin embargo y pese a todo esto, puedo sentirme «afortunada» porque me permitieron despedirme de ella. Le cogí la mano con fuerza pero con ternura, escuchó uno a uno los audios de cada uno de sus nietos e hijos, le transmití todo el amor de su familia, le recé y finalmente solté su mano sabiendo que nunca más la volvería a ver, a abrazar, que nunca más sentiría sus abrazos infinitos.
Se perdió su sonrisa para siempre. Ella era todo amor, todo bondad y no solo para los suyos. Lo derrochaba allí donde hacía falta. Ha dejado una huella profunda y un vacío irremplazable.
Cuento todo esto para transmitir el deseo de mi madre de ayudar a los demás y que esta dramática experiencia sirva para salvar alguna vida.
En estas fechas en las que nos reunimos con familiares, seamos conscientes de la dura realidad. El impulso de querer ver a un ser querido se puede traducir en un adiós para siempre.
Está en tus manos que esta Navidad no sea la última»