Por: Romario Ortiz
Hoy se cumplen 10 años de la muerte de la figura más importante de la música caribeña en Colombia: hace una década Joe Arroyo dejó físicamente este mundo para convertirse en una leyenda de la que se hablará durante mucho tiempo.
En una entrevista a la revista The Rolling Stone, Álvaro Arroyo dijo que “pasarán 300 años para que vuelva a nacer otro Joe”. Se quedó corto. En realidad no se alcanza a ver un artista que tome como referente al ‘Centurión de la noche’, no para imitarlo o intentar igualarlo, sino para seguir sus pasos.
Todavía hay personas que no alcanzan a dimensionar la grandeza de Joe Arroyo en el mundo musical. Tal vez por ser tan cercanos a nuestra realidad. O quizá no lo quieren hacer. Pero para hacerse una idea, se pueden contar sus logros, hablar de sus éxitos musicales y la trascendencia a nivel mundial.
Joe Arroyo le cantó a Barranquilla, y declaró que ahí se quedaba. Se quedó en verdad. Siempre recordó a Sincelejo con los aires sabanero que le ponía a sus canciones; nunca olvidó a Cartagena, interpretó temas en su honor, ‘La Rebelión’ el más importante de todos.
El Joe Arroyo le cantó a Colombia porque en sus canciones reflejaba lo que se vivía en el país por esos días. También fue embajador ante el mundo con sus temas.
Estuvo en diferentes orquestas, pero sin duda su éxito lo lograría junto a Julio Ernesto Estrada, ‘Fruko y sus Tesos’ y posteriormente con ‘La Verdad’, su proyecto musical, con el que hizo sus canciones más importantes y grabó los discos más exitosos de su carrera.
La música de Joe Arroyo es un ‘coctel’ tropical de sonidos. Una mezcla perfecta de ritmos. Combinaba el sabor con el ritmo. Ejemplo claro de eso es la canción ‘Mamá’.
La particular forma de grabar, de hacer sus canciones, de siempre estar atrasado para entregar el disco. El ponerle voz a sus temas en la madrugada. Todas esas características hacen único al más importante de los intérpretes de música tropical que ha parido este país.
Arroyo siempre pensó en su público para hacer sus temas, por eso no existe una sola canción que tenga su voz y no sea bailable.
Fue el dios del goce. Una vez un fanático suyo escribió una frase en la pared de una casa en la fría Bogotá: “Joe es Dios”; imitando a uno que iba dedicado al legendario guitarrista Eric Clapton, a quien le escribieron “Clapton is God”.
La persona que escribió el sacrílego mensaje no estaba tan lejos de la realidad. El Joe era dios. Y lo era para los seguidores de su música, para Discos Fuentes, empresa que lo exprimió económica y laboralmente. También lo fue para una generación de músicos que esperaban que marcara la pauta, para ellos seguirla.
Hoy 10 años después, siguen sonando sus canciones en cualquier lugar donde se escuche buena música, donde se baile. En la calles, en las casas. Joe Arroyo, sin duda, fue una rebelión musical.