La segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Ecuador marcó un punto de quiebre para el correísmo. Daniel Noboa, con un ascenso meteórico y una campaña enfocada en la seguridad y el futuro económico, derrotó de forma contundente a Luisa González, la candidata apadrinada por Rafael Correa. El expresidente, que desde el exilio intentaba reinstalar su proyecto político en el poder, vio frustradas sus aspiraciones de regresar al centro del tablero.
La derrota de González no solo significa la pérdida de una elección; representa la segunda gran desilusión consecutiva para Correa, que había apostado por convertir a la Revolución Ciudadana en la fuerza hegemónica de la oposición y, eventualmente, del gobierno.
Sin embargo, el electorado se inclinó por la promesa de renovación de Noboa, en una contienda que se terminó definiendo alrededor de dos temas clave: la violencia desbordada por el crimen organizado y la urgencia de reactivar la economía.
Correa y su movimiento intentaron retomar la narrativa que les había dado triunfos en el pasado, pero el contexto actual fue implacable. La inseguridad cotidiana, los asesinatos políticos y el avance de las mafias criminales reconfiguraron las prioridades del electorado. Frente a este escenario, la candidatura de González quedó atada al pasado, mientras que Noboa logró instalarse como la opción de cambio, pese a su juventud y limitada experiencia política.
El fracaso en las urnas también dejó al descubierto las limitaciones del correísmo para ampliar su base de apoyo. Aunque todavía conserva una estructura territorial importante y una militancia fiel, la estrategia de dependencia casi absoluta de la figura de Correa demostró estar agotada. La campaña giró más en torno a la defensa de su legado que a la construcción de una visión renovada para el futuro del país.
Con su victoria, Noboa no solo aseguró la presidencia hasta 2029, sino que también asestó un golpe directo al liderazgo de Correa, debilitando su influencia de cara a los próximos años.
La derrota obliga a la Revolución Ciudadana a replantear sus estrategias si quiere mantenerse como una fuerza relevante en el escenario político ecuatoriano. La elección dejó claro que, para la mayoría de los votantes, las viejas lealtades ideológicas ya no son suficientes frente a las urgencias del presente.
Así, Rafael Correa sale de esta contienda presidencial como el gran derrotado, mientras que Noboa emerge fortalecido, con un mandato fresco y un respaldo popular que le allana el camino para intentar consolidar su proyecto de gobierno y mirar con ambición hacia 2029.