Por: Yasher Bolívar Pérez
En 2019, durante el torneo de Roma, Steve Johnson vivió un momento que, años después, se convertiría en una anécdota inolvidable del mundo del tenis. Enfrentándose a un joven Jannik Sinner, de apenas 17 años, Johnson, entonces número 59 del ranking ATP, jamás imaginó que ese chico delgado y poco conocido sería una futura estrella del tenis.
El partido comenzó con un sólido primer set para el estadounidense (6-1), pero Sinner respondió con carácter, llevándose el segundo set (6-1) y cerrando el partido con un ajustado 7-5. Johnson, quien incluso tuvo ventaja de 4-1 en el tercer set y una bola de partido, terminó derrotado.
Desbordado por la vergüenza, Johnson confesó haber llamado a su agente tras el partido para anunciar su retiro, convencido de que había perdido contra un jugador “malísimo”. Sin embargo, su equipo lo animó, augurando un futuro brillante para el italiano, quien, un año después, ya alcanzaría los cuartos de Roland Garros.
Hoy, Johnson reconoce con humor su error de juicio: “Me alegra haber sido una nota al pie en la carrera de Sinner, aunque no lo vi venir”. Sinner, ahora número 1 del mundo, es el mejor ejemplo de cómo el trabajo duro y la evolución pueden sorprender incluso a los más experimentados.