Por: Carlos Guzmán
La reciente reforma laboral aprobada por la Cámara de Representantes y que ahora seguirá su curso en el Senado, está generando gran preocupación en el sector empresarial del país. Si bien se presentó bajo el marco de la mejora de las condiciones laborales y la creación de empleos formales, sus implicaciones económicas podrían ser desastrosas tanto para las empresas como para el empleo en general, veamos por qué:
Un paso hacia el desempleo:
Uno de los puntos más controvertidos de la reforma es el énfasis en los derechos de los trabajadores actuales, sin proporcionar incentivos claros para la generación de nuevos puestos de trabajo. En lugar de crear un entorno favorable para los emprendedores, que son quienes realmente generan empleo, la reforma establece fuertes beneficios para quienes ya están empleados, aumentando la carga de los empleadores. Esto podría resultar en una mayor incertidumbre y, como consecuencia, en una menor contratación de nuevos empleados.
Desestimulo a las nuevas contrataciones:
Las nuevas medidas, que incluyen un refuerzo en las garantías de estabilidad laboral, especialmente en situaciones como embarazo o discapacidad, imponen costos adicionales a las empresas. Por ejemplo, la imposición de un recargo del 100% por trabajar en días de descanso obligatorio y la implementación de nuevas licencias remuneradas, aunque bien intencionadas, representan cargas adicionales para las empresas. En especial, las pequeñas y medianas empresas (Pymes), que son las más vulnerables ante aumentos en los costos laborales, podrían verse forzadas a reducir sus plantas de personal o a no contratar nuevos empleados.
Aumento de la carga fiscal para las empresas:
La reforma también introduce nuevas exigencias en términos de pagos a la seguridad social, especialmente para los trabajadores de plataformas digitales, lo que podría desencadenar una mayor informalidad o incluso la salida de algunas empresas del mercado. Al imponer cuotas y sanciones a las empresas que no contraten a trabajadores con discapacidad o en situación de vulnerabilidad, se corre el riesgo de generar una brecha entre las empresas formales e informales, donde las primeras asuman costos excesivos para cumplir con todas las regulaciones.
Impacto en la productividad y la competitividad:
El aumento en las obligaciones salariales, la necesidad de reubicación laboral para ciertos trabajadores, y la fuerte protección de derechos laborales en detrimento de la flexibilidad empresarial podría llevar a una baja en la productividad. Las empresas colombianas ya enfrentan desafíos en un contexto económico global incierto, y esta reforma no ayuda a mejorar las condiciones para que las empresas sean más competitivas.
Una reforma que no fomenta la creación de empleo:
En lugar de enfocar la reforma en la creación de un entorno favorable para nuevos empleos, la pretendida nueva legislación se centra principalmente en la protección de los derechos de quienes ya están en el mercado laboral. Esto podría crear una paradoja: la reforma se presenta como un avance en la dignificación del trabajo, pero las consecuencias podrían ser negativas a largo plazo para quienes aún no tienen empleo.
En conclusión, si bien la intención de la reforma laboral podría ser noble en cuanto a garantizar mejores condiciones para los trabajadores, el enfoque adoptado pone en grave riesgo la estabilidad económica de las empresas colombianas, especialmente las de menor tamaño. En un país donde el sector empresarial es la verdadera locomotora de la economía, una reforma de este tipo podría tener efectos devastadores, particularmente si se aprueba tal como está. Las reformas laborales deben centrarse en encontrar un equilibrio entre la protección de los derechos de los trabajadores y la creación de empleo, algo que esta reforma, lamentablemente, no logra.