Por: José Caballero
Desde mi experiencia, en la política, al igual que en el ilusionismo, la percepción lo es todo. En el mundo de la ilusión, el Presidente Gustavo Petro parece haberse convertido en un consumado mago de América Latina. Con cada pronunciamiento público, Petro nos transporta a un mundo de promesas y propuestas que parecen surgir de un sombrero de copa. Sin embargo, a diferencia de los trucos de magia, en la política, es necesario mirar más allá del humo y los espejos; y realmente entender la realidad detrás de sus palabras.
Petro es un maestro en el arte de la retórica, capaz de evocar imágenes de un futuro brillante y equitativo para Colombia con un solo discurso. Sus palabras suenan como música para los oídos de aquellos que anhelan un cambio profundo en el país. Sin embargo, es crucial preguntarnos: ¿es todo esto más que una ilusión?
El presidente suele hablar sobre ambiciosos programas sociales. Pero, al igual que cualquier buen truco de ilusionismo, en los detalles está la magia. ¿Cómo planea financiar estas políticas sociales ambiciosas? ¿Cuál será su impacto en la economía del país? Estas son las cartas que aún, un año y medio después de iniciar su mandato, permanecen ocultas.
Otro de los asombrosos actos de Petro es su habilidad para movilizar a las masas con discursos apasionados, como los que ha dado en el balcón de la Casa de Nariño en medio de cientos de seguidores o como el que vimos esta semana en las Naciones Unidas, en donde hizo referencia al apocalipsis y a la expansión de la vida por las estrellas del universo. Sin embargo, la oratoria no siempre se traduce en liderazgo efectivo. ¿Cuál es su plan concreto para abordar los desafíos más apremiantes de Colombia, como la seguridad y el empleo?
Además, el ilusionismo político de Petro a veces se basa en la creación de enemigos imaginarios. Pinta a ciertos grupos como los villanos de la historia mundial, como el Fondo Monetario Internacional o los Estados Unidos, pero olvida que la construcción de un multilateralismo basado en la solidaridad requiere la colaboración de todos los actores, no la demonización de unos pocos.
No debemos olvidar que la política no es un espectáculo de magia, sino una responsabilidad seria que afecta las vidas de millones de personas. Debemos ser críticos y escudriñar más allá de las palabras encantadoras para entender las acciones concretas que respaldan estas promesas. El ilusionista puede entretener, pero los ciudadanos deben exigir transparencia y un plan claro.
Para complementar mi explicación, quiero citar un párrafo del libro de Alejandro Gaviria, exministro de educación del gobierno Petro, “La explosión controlada”, en el que, en línea con mi reflexión, plantea lo siguiente: “[Gustavo Petro] parece dispuesto a hacer todo lo posible para recuperar ese fervor. Algunos seguidores seguirán celebrando los excesos retóricos y la épica personal del héroe que enfrenta un mundo hostil. Pero el otoño del patriarca es inevitable, pues comienza desde el inicio del gobierno. Ganar las elecciones, para reiterar un punto ya expuesto, siempre trae consigo un castigo inmerecido: gobernar.”
Es importante prestar mucha atención, ya que en política las ilusiones no perduran mucho tiempo. Los colombianos llegarán a un momento en el que se preguntarán por qué se avanzó tan poco o incluso por qué nada ha cambiado. Será entonces cuando podamos observar una desilusión hacia la retórica. Presiento que el presidente no hará lo que debe hacer, sino que estará concentrado en hacer más trucos de ilusión sin método, con una improvisación permanente y alejado de cualquier tipo de tecnocracia. En resumen, mientras disfrutamos del espectáculo político del presidente, recordemos que la verdadera magia reside en encontrar soluciones pragmáticas y sostenibles para los desafíos de nuestro país. Las palabras pueden deslumbrar, pero la realidad requiere más que ilusiones.