Por: Ulahy Beltrán López
Y finalmente inicia este lunes la Semana Mayor. Esta semana llegó y con ella la incertidumbre sobre cuáles serán las cifras de nuevos contagios y fallecidos por COVID-19 al final de estos 7 días. Y Colombia empieza estos días de “descanso y reflexión” con un panorama que tiene entre otros, estas 7 características: (1) 15 ciudades del país en las que se está viviendo la “cuesta arriba” del tercer pico pandémico, (2) algunos entes territoriales ya con declaratoria de alerta roja por la ocupación casi que total de las UCI, (3) 2’382.730 contagios y 62.955 fallecidos por este coronavirus, (4) el porcentaje de población vacunada es de 1,57% del total que debe vacunarse, (5) un ritmo muy bajo de vacunación diario de 0,13% que significa que si ese ritmo se mantiene, (6) Colombia va a requerir de 1.050 días, algo así como casi 3 años, para alcanzar la vacunación del 70% de la población a vacunar y lograr así la inmunidad de rebaño; además de eso, (7) con el último reporte del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), confirmando que la principal causa de muerte durante el 2020 fue el coronavirus COVID-19.
Tradicionalmente en la Semana Santa se desarrollan actividades que incrementan la movilidad, la cercanía de personas y la frecuencia de reuniones en las que gente arma grandes conglomerados de día y de noche. El tipo de actividades que precisamente hoy serían el caldo de cultivo ideal para la aceleración de los contagios por la actual pandemia y por ende del aumento del número de enfermos, hospitalizaciones, demanda de camas de UCI y también de fallecidos por esta causa. Por eso, con miras a proteger a sus pobladores, muchos gobernantes de diferentes ciudades en el mundo decidieron que lo que más convenía para salvaguardar la salud y la vida de las personas, fue decidir y adoptar la expresa prohibición de las procesiones y aglomeraciones en esa época “santa”, llegando algunos inclusive al confinamiento total en sus jurisdicciones.
Esas son razones suficientes para que en este país las autoridades territoriales no descuiden vigilar y mantener el control de los aforos y la ventilación de todos los espacios y que además adopten medidas complementarias que garanticen que no haya sobrecupos en el transporte, reiterando que definitivamente es fundamental mantener la restricción en los eventos públicos masivos, propios de estos días.
Sin embargo, para esta época aparece también el también tradicional “turismo santo”, que implica movilización de grandes cantidades de personas por todos los medios de transporte posibles, incluyendo los públicos de tipo masivo, (avión y transporte terrestre), así como el traslado de doble vía (ida y vuelta) en los automóviles de las personas.
Es innegable que esa gran movilización de personas implica automáticamente generación de conglomerados de día y de noche en los destinos turísticos, conlleva también de manera automática la propagación del virus que lo van portando quienes de manera asintomática viajan y generan contacto con los habitantes del sitio de la actividad turística y también con los otros viajeros que tienen los mismos propósitos y destinos vacacionales. Así mismo, no es descartable que viajeros que llegaron sanos a los sitios de destino turístico, se contagien y regresen portando el virus y lo propaguen en sus sitios de residencia de origen. Por eso algunos gobernantes, ya no solo territoriales, sino nacionales, aunque sus países dependan en mucho del turismo en su economía, decidieron confinar al país entero, procurando preservar la salud y la vida de sus habitantes.
Ese es el caso de Chile, país en el que el turismo en el 2019, último año pre-pandémico, generó el 4.1% del PIB nacional, dejando una ganancia de 3.400 millones de dólares, siendo el sector turismo el productor de 324 mil empleos directos, razones suficientes para considerar al turismo como muy importante para el desarrollo de la actividad económica en el pais austral. Sin embargo, con el propósito de impedir la propagación del contagio y el colapso de su sistema de salud, las autoridades chilenas decidieron decretar el confinamiento total en la capital Santiago, así como en otras regiones del país. Incluso, en términos poblacionales, del total de 18 millones de habitantes que tiene Chile, desde el sábado anterior al adoptarse esas medidas de confinamiento, más del 80% de la población, es decir, más de 14 millones de personas volvieron a confinarse, habiendo iniciado algunas regiones las restricciones desde la segunda semana del presente mes de marzo con las cuarentenas obligatorias los fines de semana. La medida que inició el pasado sábado es aún más estricta, pues aun la salida para comprar insumos básicos está prohibida, además que los supermercados estarán cerrados.
Chile adelanta el que se considera el plan de vacunación nacional modelo en Latinoamérica (en estos momentos Chile ha vacunado al 25,7% del total de la población a atender, lleva un ritmo diario de vacunación del 0,89% de la población y de seguir así, alcanzará la inmunidad de rebaño en 99 días, pues habrá alcanzado la vacunación del 70% de la población), sin embargo, ese hecho no ha evitado que ese país esté teniendo actualmente cifras récord de contagios por COVID-19. Esa situación está mostrando que a pesar que se pensaba que con la vacunación se iban a disminuir los contagios, no se puede visualizar a la vacunación para generar inmunización como la solución única para controlar la pandemia.
Es por ello que desde la Organización Mundial de la Salud (OMS), su director de Emergencias Sanitarias, Mike Ryan, al manifestar su conformidad con las medidas de confinamiento total en gran parte de Chile junto con la cuarentena obligatoria a viajeros que ingresen desde ciertas fronteras (como la de Brasil por ejemplo), ha advertido que lo que está viviendo hoy Chile puede ocurrir en otros países hasta tanto no se logre la vacunación de todo la población caracterizada como vulnerable.
Así las cosas, debe quedar muy claro en la mente de gobernantes y gobernados que tal como lo ha dicho ya la OMS, “el inicio y el desarrollo del proceso de vacunación contra el coronavirus no significa que la ciudadanía deba dejar de implementar las medidas de bioseguridad y autocuidado”. En ese orden de ideas, la vacunación debe entenderse como una herramienta más para frenar los contagios y debe complementarse con las medidas precitadas para poder enfrentar la pandemia de una mejor manera.
No puede dejarse de lado que aún en estos momentos, con la vacunación en marcha, llevada en unos países de una mejor forma que en otros, el virus sigue activo, circulando, mutando y matando; además, que está prohibido el relajamiento y hoy las ya conocidas medidas de bioseguridad y autocuidado siguen más vigentes que nunca; que las medidas restrictivas oportunas y coherentes que impongan los gobernantes a nivel territorial ayudarán al control dela pandemia, pero solo si son así, oportunas y coherentes frente al momento pandémico de cada jurisdicción.
Ojalá al final de estos días de Semana Santa no haya noticias aún más graves que lamentar que las que hay al inicio de estos días, así como también que las cifras alrededor de la pandemia en Colombia y en el mundo, antes que empeorar, hayan mejorado, porque tal como lo dijo el vocero del gobierno chileno, Jaime Bellolio al momento de anunciar el confinamiento total casi en todo ese país para estos días y aunque es cierto que el esparcimiento también mejora la salud mental después de lo extenso de esta pandemia, “este no es tiempo para el viaje, no es el momento para el turismo”, y yo le agregaría, “porque es el momento justo para desde la prudencia, protegernos nosotros y proteger a nuestro entorno”.