Los últimos meses para Santa Marta no han sido los mejores en cuanto a reputación nacional e internacional.
La ciudad, uno de los destinos preferidos por propios y extraños, parece estar secuestrada por una ola de inseguridad que se manifiesta de todas las maneras posibles.
En los últimos días se han conocido varios testimonios de turistas que han sido víctimas de estos flagelos en la capital del Magdalena.
Y es que, de acuerdo con lo narrado por las víctimas, la mayoría son turistas extranjeros, aunque los nativos tampoco se escapan. Al ciudadano argentino Néstor Garrido, un ladrón intentó robarlo con arma blanca en pleno centro, luego de salir de una discoteca. En el forcejeo logró salvaguardar sus pertenencias, pero quedó advertido. “Uno dice que es una zona segura, pero ahora no lo sé, ¿por qué no hay un policía por ahí?”, dijo el extranjero.
La periodista Stephanía Diazgranados también fue testigo de cómo tres tipos armados con un cuchillo la robaron a ella, a una amiga y a dos ciudadanos extranjeros –de Alemania y Francia– cerca de la playa de Taganga.
Recuerda que fue el pasado sábado a las dos de la madrugada. Luego de salir de un bar en la zona rosa, ella y su amiga decidieron acompañar a sus amigos extranjeros –ambos funcionarios de la ONU que acababan de llegar a Santa Marta, provenientes de Bogotá– hasta el hotel donde se hospedaban en Taganga.
“Todo iba bien, en Taganga compramos algunas cervezas e íbamos camino a dejarlos a ellos en el hostal y de repente vienen tres chicos caminando y hablando entre ellos, luego se abalanzaron sobre nosotros, se pusieron unas capuchas en la cara y con cuchillos supergrandes nos intimidaron. A mi amiga le quitaron su bolso con el celular, a mí me quitaron el bolso.
Una vez cometido el hurto, los asaltantes las tocaron en sus partes íntimas. “Yo lo que hice fue bajar la mirada porque era un cuchillo muy grande. Uno de los atacantes me tocó el seno y otro le agarró la cola a mi amiga”, relató.
La otra modalidad de robo aplicada a turistas en la capital del Magdalena es el secuestro exprés. El pasado mes, una familia bogotana llegó al aeropuerto de la ciudad y abordó un taxi; más tarde, sus miembros fueron conducidos a una zona inhóspita donde los robaron y amordazaron.
En medio de la espera –y la confusión– apareció el supuesto taxista y les indicó que era él quien los conduciría a su destino final. La familia, integrada por un adulto mayor, una mujer y un adolescente, abordó el vehículo.Metros más adelante, el taxista se desvió y los condujo hacia el sector de Playa Dormida, sur de Santa Marta. Allí, los despojaron de sus pertenencias: maletas, celulares, billeteras y dinero en efectivo.
Todos estos casos se suman a denuncias de turistas que reclaman por el excesivo cobro de algunos prestadores de servicios turísticos. La semana pasada, 16 personas que llegaron de Bogotá se enfrentaron a lancheros y vendedores ambulantes en la playa de El Rodadero.
“Hicimos un reclamo justo, porque no nos querían devolver 40.000 pesos que nos tenían pendientes. De ahí empezaron a atacarnos no solo los lancheros, sino también vendedores. Como pudimos nos defendimos, pero eran muchos los que nos cayeron al tiempo”, contó una de las turistas víctimas.
En medio de la confrontación, aparecieron los dueños de lo ajeno y despojaron a los turistas de varias de sus pertenencias. “A mi esposo le robaron una cadena de oro, a mi otro compañero el celular, nos robaron los zapatos, a mi compañera le quitaron sus cosas”, precisó la víctima.
Lerber Dimas, analista y experto en seguridad, ha estudiado el fenómeno social que ha degenerado el orden público rural y urbano en Santa Marta. En una de sus conclusiones asegura que hay una atomización de estructuras paramilitares que mutaron en bandas delincuenciales. “Luego de la desmovilización en 2006 hubo una atomización de estructuras paramilitares con más de 13 grupos que operan en la zona urbana”, dice Dimas.